Debemos estar conscientes de que una cosa es predestinar las circunstancias en que un conglomerado o una persona va a vivir, y otra muy diferente es predestinarla a ser salva o perdida. La primera es la predestinación circunstancial, la segunda es la predestinación absoluta.
Un buen ejemplo de que Dios predestina a un conglomerado o nación para hacer ciertas funciones que convienen a sus divinos planes, es la elección de Israel para mantener las Escrituras y para traer al Mesías. No quiere eso decir que Dios predestinó a los judíos a ser salvos primero, y los predestinó después a ser perdidos. Un buen caso se presenta en la epístola de San Pablo a los Romanos.
Para entender el pasaje que 851 más adelante presento,debe uno tener en cuenta, que se está hablando del caso de Israel como grupo étnico por un lado, y los gentiles, también como grupo étnico, por el otro. No se está tratando de la elección personal de cada ser humano para ser salvo o perdido, sino de la elección de los descendientes de Jacob, para ser el pueblo que trajera al Mesías, en vez de la elección de los descendientes de Esaú, o la elección de los gentiles para traer al Mesías.
Al leer el pasaje en cuestión debe hacerse saltando el versículo 11 la primera vez, porque es un paréntesis, y volverlo a leer una segunda vez sin saltarlo. Una vez hecho esto veremos que lo que Pablo dice es que la elección de Jacob para seguir la línea de los prometidos a Abraham, se hizo antes del nacimiento, lo cual era demostración de que no se hacía basado en sus obras, sino en la voluntad de Dios que deseaba hacerlo así. No está diciendo Pablo que la salvación del ser humano sea una cosa predestinada, sino que Dios decidió “fabricar” al pueblo que iba a mantener la Escritura e iba a traer al Mesías, por medio del conglomerado étnico que iba a nacer de Jacob, y no por medio del que iba a nacer de Esaú.
“10 Y no sólo esto; mas también Rebeca concibiendo de uno, de Isaac nuestro padre,........12 le fue dicho que el mayor serviría al menor.”
(Ro 9:10-12 saltando el once)
“10 Y no sólo esto; mas también Rebeca concibiendo de uno, de Isaac nuestro padre, 11 porque no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios 887 conforme a la elección, no por las obras, sino por el que llama, permaneciese; 12 le fue dicho que el mayor serviría al menor.”
(Ro 9:10-12 sin saltar el once)
Desde el inicio del capítulo hasta aquí, no hay nada que nos haga pensar que Pablo está hablando de la salvación de cada ser humano en particular, sino de la elección de Israel como pueblo escogido para traer al Mesías. Tampoco hay nada que nos haga juzgar, basados en el concepto de justicia y equidad que Dios nos ha enseñado en Su Palabra, que Dios haya cometido una injusticia con Esaú.
Dios, que conocía a las dos almas que Él iba a enviar a esos niños una vez nacidos, o que conocía las almas que ya había enviado a los fetos que había en el vientre de Rebeca, podía, en el primer caso, enviar el alma de Jacob al cuerpo del niño que había nacido después, o en el segundo caso, hacer que naciese primero el cuerpecito al que había enviado el alma de Esaú; las cuales ambas Él conocía cómo eran.
Eso no implica ningún favoritismo o injusticia por parte de Dios, porque no los está condenando ni salvando, sino dándoles una función que llevar a cabo, y eso Dios se lo da a quien quiere. Por lo tanto, sin condenar a uno a su pesar ni salvar al otro a la fuerza, sino respetando el libre albedrío de ambos, (sólo que conociéndolos de antemano) podía
Dios decir que el mayor serviría al menor.
Esto, aparte de que el hecho de que Dios nos ponga a servir a otro, no es un signo de perdición; ni el ser el amo es signo de salvación. Muchos cristianos fueron esclavos y muchos perdidos fueron amos.
En el versículo 13 Pablo cita un pasaje de Malaquías en el que Dios, refiriéndose, no a la
salvación de cada persona en particular, sino a la elección del pueblo de Israel como grupo étnico escogido para traer al Mesías, les echa en cara a los israelitas que aquella elección, ellos, como pueblo, no la merecían y que había sido arbitraria (Mlq 1: 1-3).
“Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” (Ro 9:13)
“Carga de la palabra de Jehová contra Israel, por mano de Malaquías. Yo os he
amado, dice Jehová, y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob,
dice Jehová, y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y torné sus montes en asolamiento, y su posesión para los chacales del desierto?”(Mlq 1:1-3)
Es decir que no está Pablo diciendo que esa arbitrariedad, ese favoritismo, se comete con cada una de las personas del mundo respecto a su salvación, sino que la había cometido con el grupo étnico “Israel” respecto a ser el pueblo con que Dios “oficialmente” tratara, para traer al Mesías y conservar las Escrituras, porque a Él le había dado la gana de hacerlo así.
Luego levantó a Babilonia, no como pueblo escogido, sino como nación dominante; y ni en el caso de los judíos la elección se hizo por las obras de ellos ni en el caso de los babilonios, persas griegos o romanos, etc., tampoco. Isa 44:1-4
muestra que Dios 958 elegía a Ciro sin que éste lo conociera.
Dios elige a esos conglomerados étnicos o naciones, para realizar los planes que Él estima convenientes, sin por ello violentar el libre albedrío de sus componentes. Es más, como grupo, un pueblo puede ser el elegido de Dios a pesar de que sus componentes pueden ser ateos.
Por otro lado un grupo o pueblo no elegido, puede tener una abrumadora proporción de convertidos a Dios.
En el libro de Daniel vemos que Nabucodonosor se llegó a convertir a Dios, mientras que muchos de los judíos permanecían idólatras.
Si nos fijamos, desde el mismo inicio del capítulo 9 de Romanos, veremos que Pablo se refiere a Israel como nación y a los gentiles como grupo étnico, no a cada ser humano. Él no está explicando la dinámica que rige la salvación del alma de cada ser humano, sino la dinámica que rigió la elección del “conglomerado Israel”. Está defendiendo la justicia de la elección del conglomerado étnico Israel, frente a la no-elección del “conglomerado gentiles”. Este tema no lo abandona en todo el capítulo.
Si con Egipto quiso hacer un vaso para deshonra y con Israel uno para honra, ¿qué queja tiene alguien? Él pudo hacer que al cuerpo del niño nacido de la esposa del faraón anterior, viniera un alma que Él supiera que era soberbia y perversa. O pudo haber hecho que un hombre soberbio y perverso diera un golpe de estado y se hiciera faraón. Esa es la idea
que se percibe cuando uno lee tanto el versículo 17 de este capítulo de Romanos, como la Escritura original a la que se refiere, que es Ex 9:16.
“Porque la Escritura 994 dice de Faraón: Que5 para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi potencia, y que mi nombre sea anunciado por toda la Tierra.” (Ro 9:17)
“Y a la verdad yo te he puesto para declarar en ti mi potencia, y que mi Nombre sea
contado en toda la tierra.” (Ex 9:16)
Hay quienes juzgan, de lo dicho por Pablo en Ro 9: 15-16, que Dios, caprichosamente, condena a unos y salva a otros. Primero que todo, allí no dice que condene a alguien, sino que tiene misericordia y se compadece de los que desea. Pero esto que dice se sigue refiriendo a la elección de Jacob y 1 Esaú para hacer una función, no a la salvación
de unos humanos y la condena de otros. Para darnos cuenta de que este es el asunto tratado, no hay más que leer el capítulo desde el principio hasta llegar a estos dos versículos.
“Mas a Moisés dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré. Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (Ro 9:15-16)
Sacado de contexto este versículo de Ex 33:19 que aquí cita el apóstol, puede aparentar que significa una cosa diferente, a si se lee el pasaje original completo, (Ex 32:1 a 33:23), donde se ve que se está hablando de Israel como grupo, no de la salvación de cada ser humano en particular. Son especialmente significativos los pasajes Ex 32:9-14; 31-35; 33:12-19. Mencionado 1030 como lo menciona Ro 9:15-16, da la sensación de que dice que Dios tiene misericordia de quien quiere y deja perdido al que se le antoja; pero no es así. Leamos el capítulo nueve de Romanos. Observemos que desde que se inicia el capítulo, el tema de Pablo es la elección o no de Israel y los gentiles, tomados como grupo, para realizar los planes divinos de traer al Mesías, no la salvación de los individuos en particular.
“1 Verdad digo en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, 2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3 Porque deseara yo mismo ser apartado de Cristo por mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; 4 que son israelitas, de los cuales es la adopción, y la gloria, y el pacto, y la data de la ley, y el culto, y las promesas; 5 cuyos son los padres, y de los cuales es Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.” (Ro 9:1-5)
Como ustedes pueden ver, hasta aquí (versículo 5) no se habla de la salvación de cada persona, sino de la elección del conglomerado judío para traer al Mesías según la carne y para confiarle las Escrituras, las promesas, el pacto, los mandamientos, etc.. Es decir, la elección de un conglomerado para una tarea específica, no la elección de un conglomerado para salvarlo.
El versículo 6 de este capítulo de Romanos es una defensa de Pablo contra los que puedan creer que Dios no cumplió Su palabra, puesto que habiendo prometido que Israel sería el elegido, luego se ve que muchos de sus componentes (judíos) son incrédulos. Para defenderlo dice que no todos los de Israel son israelitas, y pasa a demostrarlo arguyendo lo dicho en los versículo 7-13. Veamos. “6 No empero que la palabra de Dios haya faltado, porque no todos los que son de Israel son israelitas; 7 ni por ser simiente de Abraham, son todos hijos; mas: En Isaac te será llamada simiente. 8 Quiere decir, no los que son hijos de la carne, éstos son los hijos de Dios; mas los que son hijos de la promesa, son contados en la generación. 9 Porque la palabra de la promesa es esta: Como en este tiempo vendré, y tendrá Sara un hijo. 10 Y no sólo esto, mas también Rebeca concibiendo de uno, de Isaac nuestro padre, 11 (porque no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección, no por las obras, sino por el que llama, permaneciese), 12 le fue dicho que el mayor serviría al menor. 13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” (Ro 9:6-13)
Hasta este versículo 13 no se ha hablado aún de la salvación personal de nadie, sino de la elección de un pueblo en preferencia a otro, para realizar cierto plan. Una vez dicho lo comprendido en los versículos 6 al 13, Pablo se enfrasca en un nuevo paréntesis que abarca los versículos 14 al 18, cosa muy típica de Pablo. Este nuevo paréntesis lo abre para explicar una duda que sobre la justicia de Dios, parece que él estimaba que podía levantarse en la mente del lector, motivada por la anterior explicación, la de los versículos 7 al 13. Esta justificación que Pablo hace del comportamiento de Dios al escoger a Israel y no a los gentiles, llega hasta el versículo 18 sin que haya cambiado el tema de la predestinación de los conglomerados humanos y las naciones, en cuanto a servir para los planes de Dios.
En ningún momento se habla de predestinación de la salvación del ser humano en particular.
“14 ¿Pues qué diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. 15 Mas a Moisés dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré. 16 Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice de Faraón: Que para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi potencia, y que mi nombre sea anunciado por toda la Tierra. 18 De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece.” (Ro 9:14-18)
Hasta aquí (versículo 18) Pablo no ha cambiado el tema, sigue refiriéndose a la predestinación de los conglomerados, en cuanto a ejecutar los planes divinos, no en cuanto a la salvación de sus miembros.
Después, en el versículo 19, inicia una de esas explicaciones que él intercala en medio de otra explicación anterior. En ella le dice al lector (19-24)que aún en el caso de que Dios hubiera querido hacer las cosas arbitrariamente como un alfarero, ¿quiénes somos nosotros, seres sin sabiduría, para meternos a juzgarle?
No dice él que esto fue lo que Dios hizo con Israel y los 1138 gentiles, sino que si lo hubiera hecho ¿qué? Luego dice que Dios soportó con mansedumbre la rebelión de Israel, como vaso de ira, mientras que escogió de los gentiles y de los judíos, vasos de misericordia, etc..
“19Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja?, porque ¿quién resistirá a su voluntad? 20Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho tal? ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza? 22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notoria su potencia, soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira preparados para muerte, 23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él ha preparado para gloria; 24 los cuales también ha llamado, es a saber, a nosotros, no sólo de los judíos, mas también de los gentiles?” (Ro 9:19-24)
Al llegar al versículo 24, vemos que el tema sigue refiriéndose a judíos y gentiles, como grupos étnicos para realizar los planes que a Dios les parezcan bien; lo cual continúa en los versículos subsiguientes hasta el final del capítulo en el versículo 33. Aún al comenzar el próximo capítulo, vemos que sigue el mismo tema: hablar de Israel como conglomerado.
Por lo tanto, en ningún pasaje de este capítulo se ve que ese lenguaje de sabor predestinacionista se refiera a las almas de los seres humanos considerados personalmente, sino a los conglomerados o naciones a las cuales Dios predestina a ejecutar Sus divinos planes. Si terminamos de leer el resto del capítulo, veremos que desde el versículo 25 en adelante, hasta el versículo final, el 33, se habla de los conglomerados, no de las personas.
“25 Como también en Oseas dice: Llamaré al que no era mi pueblo, pueblo mío; y a la no amada, amada. 26 Y será, que en el lugar donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente. 27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena de la mar, las reliquias serán salvas. 28 Porque palabra consumadora y abreviadora en justicia, porque palabra abreviada, hará el Señor sobre la Tierra. 29 Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado simiente, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra fuéramos semejantes. 30 ¿Pues qué diremos? Que los gentiles que no seguían justicia, han alcanzado la justicia, es a saber, la justicia que es por la fe; 31 mas Israel que seguía la ley de justicia, no ha llegado a la ley de justicia. 32 ¿Por qué? Porque la seguían no por fe, mas como por las obras de la ley; por lo cual tropezaron en la piedra de tropiezo; 33 como está escrito: He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo, y piedra de caída; y aquel que creyere en ella, no será avergonzado.” (Ro 9 25-33)
Al llegar al final de este capítulo vemos que todavía se sigue hablando del mismo tema, la elección de un pueblo u otro para llevar a cabo los planes de Dios; no 1210 la predestinación de unos humanos para ser salvos y otros para ser perdidos.
Al analizar este capítulo vemos que uno de los problemas que tienen los lectores de Pablo, es que pierden el hilo de los paréntesis y de las explicaciones. De esta manera, cuando vienen a ver, se encuentran atribuyendo a una cosa (en este caso al humano en particular y singular), lo que Pablo está diciendo para otra cosa (en este caso Israel como nación escogida en relación con los gentiles, que no fueron escogidos), creándose así no poca confusión en sus mentes, como ya vimos que advertía Pedro.
“Y tened por salud la paciencia de nuestro Señor; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito también, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para perdición de sí mismos.” (II P 3:15-16).
Pablo hablaba y escribía en forma profunda y filosófica, debido a su sabiduría. Esta tendencia de Pablo a intercalar largos paréntesis en una exposición, luego complicar la cosa añadiendo una explicación, (larga también), a algo de lo que dijo en el paréntesis, y enredar la pita más aún, explicando o justificando algo de lo dicho en la explicación, es lo que confunde a mucha gente, que pierde el hilo de la conversación y se quedan con el ojo izquierdo mirando hacia arriba a la izquierda, y el derecho hacia abajo a la derecha.
En esa situación, la primera idea que les viene a la cabeza creen que es una revelación que Dios les dio sobre ese pasaje y, sin desear molestarse en buscar la verdad, toman esa idea que les vino a la cabeza como dogma. De ahí en lo adelante, temerosos de analizarla, rechazan toda conversación sobre el tema. Temen discutir el tema, porque buscar la verdad les da trabajo. Además, si alguien les demostrara que están errados, su hinchado ego se sentiría humillado, al constatar que no habían recibido una revelación, como ellos creían. Por eso prefieren aferrarse dogmáticamente a lo que ellos creen que fue una revelación o efluvio divino que les proporcionaron.
Además, por qué no decirlo, creer dogmáticamente lo que ellos creen ser una revelación divina es mucho más halagüeño para el ego, y les dispensa del penoso trabajo de razonar o discutir con sus hermanos. Por eso le dicen a uno: “Yo oré antes de leer este pasaje, y esto fue lo que entendí; por lo tanto, no lo cambio”. Es como para preguntarle al dogmático amigo; ¿todo lo que usted ha pedido en oración previamente, lo ha recibido? Y si antes le fallaron algunas peticiones ¿por qué no pensar que tal vez le falló también esta, y que debe ser más cauto en abrazar conclusiones dogmáticamente?
Además, si a usted le hubiera dado Dios una revelación, también le hubiera dado boca y sabiduría para defenderla como dice Lc 21:15, no para esconderse y huir de las conversaciones que sobre el tema surgen. Concretando: el lenguaje predestinacionista de este capítulo 9, se refiere a Israel y a los gentiles como conglomerados, nunca a la salvación personal del ser humano en particular. Aquí Pablo está hablando de la predestinación que hace Dios de los conglomerados o las naciones, 1282 para ejecutar Sus planes, y de la predestinación a un cargo gubernamental de cierto individuo, de acuerdo también con sus planes; no de la predestinación para el mal o para el bien de cada ser humano en particular. Pero es que si un predestinacionista no supiera analizar por sí solo lo que hemos analizado en esta sección, ni pudiere entenderlo si alguno se lo explica, nada más que leyendo Ro 9:3 debía percatarse de que él se halla ante un apóstol que escribía cosas difíciles de entender y confundibles.
Por lo tanto, debía ser cauto al tomar lo expresado por semejante escritor en semejante pasaje, como base única para doctrinas extrañas, que a la vez son antagónicas con resto de las enseñanzas que de Dios hemos recibido.
Otro pasaje que nos muestra la predestinación de conglomerados, no de personas, es Ro 11:25- 31. Aquí se ve que se habla, como siempre, de conglomerados.
Israel pudo ser endurecido como conglomerado, con sólo enviar allí las almas que Dios sabía que4 eran réprobas; o no permitiendo que el evangelio llegue a los que de ellos se podían convertir, hasta casi la hora de la muerte. De esta manera, en el pueblo judío, como conglomerado, siempre habría una bajísima proporción de cristianos, resultando así endurecidos como pueblo, sin endurecerlos como personas. Lo contrario pudo hacer con los gentiles. En Ro 11:1-4 vemos cómo Dios introdujo a su debido tiempo las 7000 personas requeridas para sus planes.
“25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes; que el endurecimiento 1318 en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y luego todo Israel será salvo.Como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que quitará de Jacob la impiedad; 27 y este es mi pacto con ellos, cuando quitare sus pecados. 28 Así que, cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros, mas cuanto a la elección, son muy amados por causa de los padres. 29 Porque sin arrepentimiento son las mercedes y la vocación de Dios. 30 Porque como también vosotros en algún tiempo no creísteis a Dios, mas ahora habéis alcanzado misericordia por la incredulidad de ellos; 31 así también éstos ahora no han creído, para que, por la misericordia para con vosotros, ellos también alcancen misericordia.” (Ro 11:25-31)
En el versículo 31 se ve que no puede tratarse de un endurecimiento o misericordia como personas, sino como conglomerados, porque si por la misericordia hacia el uno la alcanza también el otro, todos los judíos aunque fueran incrédulos serían salvados, lo cual no es lógico. Quiero decir, que si se refiriera a la salvación de personas, lo dicho en el 31 significaría que gracias a la misericordia alcanzada por un gentil (Pepe), otro judío anti-cristiano (Jacob), alcanzaría misericordia aunque no creyera.
La interpretación correcta es que por la misericordia alcanzada por el conglomerado gentiles, los israelitas, como conglomerado, volverán a ser pueblo de Dios y muchos de ellos (no todos) se convertirán.
Esta predestinación de conglomerados 1353 o naciones,también se conocía en el Antiguo Testamento.
Isaías hablaba de eso. En muchos lugares de la Escritura vemos que no existe la predestinación personal, es decir que no se predestina una persona a ser salvada y otra a ser perdida. Sin embargo, aquí y en otros pasajes vemos que sí existe la predestinación de un pueblo. Pero no la predestinación de un pueblo a ser salvado o perdido, sino la predestinación de un pueblo a hacer una función u otra.
“¿Por qué, oh Jehová, nos has hecho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón a tu temor? Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad.” (Isa 63:17)
Al leer esto, tenemos que llegar a una conclusión que armonice con ambas verdades. Esa conclusión es darnos cuenta de que Dios envía almas que Él sabe que van a ser rebeldes, a un pueblo durante un período de tiempo determinado, para hacer rebelde a ese pueblo a fin de llevar a cabo sus planes.
Ese es el endurecimiento que ha acontecido a Israel como conglomerado étnico, sin que por ello Dios haya endurecido o predestinado a perdición, a cada persona de ese pueblo en particular.
Para entender el libro de Romanos, tenemos que percatarnos de que se está hablando de la predestinación de un pueblo u otro para traer al Mesías y guardar las Escrituras, no para que sea salvo o perdido. Al elegir a la descendencia de Jacob para 1389 cumplir esas funciones, en lugar de la de Esaú, Dios no lo hizo por sus obras, pues ninguno había nacido aún. Es decir que no está Pablo diciendo que esa arbitrariedad se comete con cada una de las personas del mundo respecto a su salvación.
Dios elige a esos conglomerados étnicos o naciones, para realizar los planes que Él estima convenientes, sin por ello violentar el libre albedrío de sus componentes, como sucedió al elegir a Babilonia para destruir a Judá.
Desde que se inicia el capítulo hasta que termina, el tema de Pablo es la elección o no de Israel y los gentiles, tomados como grupo, para realizar los planes divinos de traer al Mesías, no para la salvación de los individuos en particular.
El capítulo finaliza sin que se vea por ninguna parte que Pablo hable de la predestinación de las personas a ser salvas o perdidas.
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