miércoles, 12 de diciembre de 2012

Adventistas y su intencion de eternizar la ley


Dios hizo un pacto con Abrahám y el pacto comprendía UNA promesa. ¿Cuál era ésta?
Que en la simiente de Abrahám serían benditas (dichosas, felices) todas las naciones de la tierra.
¿Y cómo recibirían esa bendición, por la fe ó por las obras? La respuesta que da Pablo es que sería por la fe.
¿A qué simiente se refería la promesa de Dios?: A CRISTO (Gálatas 3:16) “Y a tu simiente la cual es Cristo”. El estudiante de la Palabra de Dios debe tener en cuenta que ésta era una promesa hecha por Dios, y basada en la soberanía de su infinita misericordia; no había mediador alguno aquí, porque la promesa no encerraba ninguna condición a la cual ambas partes debían sentirse obligados a cumplir. Aquí Dios promete y el hombre, miserable e indigno recibe. Dios le promete bendecirlo en Cristo, y es Dios quien lo promete y quien lo hará.
 Pero ahora dice Pablo, y lo basa en el Antiguo Testamento, que 430 años después de esta promesa dada por Dios a Abrahám, Dios dio el pacto de la ley. (Gálatas 3:17). Pero este pacto no descansaba en la gracia soberana de Dios, sino que había aquí dos partes, y dos partes que estaban en desacuerdo, por lo cual fue necesario UN MEDIADOR (un árbitro), (Gálatas 3:19-29) que fue Moisés.
 Este pacto estaba condicionado: Dios lo proponía con las bendiciones y maldiciones inherentes y el pueblo se comprometía a cumplirlo, ¿Cuál fue el resultado? Que Dios cumplió con su parte, pero el pueblo no. El pueblo violó y traspasó el pacto de la ley porque no cumplió con su parte.
De esta manera demuestra Pablo en su razonamiento lo frágil del pacto de la ley y lo indisoluble del pacto de la gracia, donde propiamente no había sino una parte, “que era Dios quien por gracia promete libremente”. Y ahora viene esta muy lógica pregunta de Pablo:
¿De qué, pues, sirve la ley?
O en otras palabras: ¿Cuál fue entonces el propósito de Dios al dar la ley? ¿Qué relación guardaba el pacto de la ley con el pacto de la gracia?  el mismo Pablo responde a esto:
La ley fue puesta 430 años después de hechas las promesas, “por causa de las rebeliones”. ¿Con carácter temporal ó eterno? Con carácter puramente temporal. ¿Hasta cuando? “Hasta que viniese la simiente” en quien descansaba la promesa. ¿Quién era esta simiente? Cristo.
 Luego, la ley tuvo su principio, y fue 430 años después de las promesas hechas a Abrahám, y en los propósitos de Dios estaba que no sería con carácter permanente sino “hasta que Cristo viniese”. Y la causa que motivó que Dios diese el pacto de la ley, fueron las continuas rebeliones del pueblo de Israel. Y aquí hay otro contraste digno de mención. La promesa dada a Abrahám, incluía una bendición para todas las naciones de la tierra. “Mientras que la ley aunque era con las simientes de Abrahám, según la carne, no tenía que sino con una nación”.
 “El pacto de la ley fue temporal; no había de durar, como dice el texto, sino hasta que viniese la semiente prometida. Fue transitorio”. El pacto de la ley, por ser inferior (al de la gracia)
 el pacto de la ley, 430 años después de la promesa, fue añadido. ¿Qué significa añadido? Pues que fue añadido a “algo” que existía antes. ¿Qué fue lo que antes existió? El pacto de la gracia y la promesa del pacto. El pacto de la ley no vino para anular lo que le precedió, sino que vino para serle ayo”, para servir de ayuda, de siervo. “Fue puesto por causa de las rebeliones: Mejor, “fue añadido por causa de las transgresiones”. ¿Añadido a qué? Como un apéndice temporal al pacto de la gracia establecido (antes) con Abrahám”. “El objeto de la ley no es el de prevenir el pecado, sino el de descubrir el pecado”. El objeto de la ley es condenar y no el de dar vida. “Si la ley dada pudiera vivificar, la justicia sería verdaderamente por la ley”. Pero la ley no podía dar vida. La ley entonces fue como un paréntesis, en el tiempo entre Abrahám y Cristo. Su verdadera misión fue y es convencer al hombre de que es pecador y que impotente para salvarse por sí. Por eso afirma Pablo: “Antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados”. Y en Romanos 7:6, dice: “Estábamos detenidos”. Así que la verdadera misión de la ley fue y es convencer al hombre de sus pecados, de la imposibilidad en que se halla de salvarse a sí mismo y guiarlo a Cristo. En cuanto a los creyentes del Antiguo Testamento “ellos eran justificados a base de observar la ley de TIPOS previstos por “la ley” hasta que Cristo viniese”. “De manera que la ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe. Mas, venida ya la fe ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3:24,25). La ley fue mi ayo, que me convenció de mis pecados, me guió a Cristo y ahora no estoy bajo la ley, sino bajo la autoridad y gracia de Cristo”. “La ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo” y allí terminó la misión a ella encomendada, nada más puede hacer, nada más se le demanda a aquellos que están en Cristo, “Ya no estamos bajo el ayo”.
 ¿Quiéres algo más claro que esto? Pocas cosas hay en la Escritura más claramente determinadas. “Al venir el objeto de la fe (Cristo), los herederos de la fe, ya no están bajo la ley. No estamos bajo el ayo”. En muchas partes Pablo arguye contra cualquier recaída en el judaísmo.
Todo el libro de Hebreos está escrito sobre este asunto.

Resumiendo el pasaje de Gálatas 3:19-25, diremos: 
 1. La ley era para antes que viniese la fe y por tanto de carácter temporal.
2. La misión de la ley fue convencer, encerrar bajo convicción de pecado a todos, con el propósito de salvarnos por la fe en Cristo.
3. Que la ley fue para llevarnos a Cristo, pero una vez en Cristo, nada tenemos que ver con la ley. Con esto concuerdan las palabras de Pablo dadas en Romanos 10:4: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. Esto como quiera que se mire, dice que la ley termina en Cristo. ¿Dónde termina la ley de Moisés? En Cristo. ¿Qué fin persigue la ley de Moisés? Llevarnos a Cristo, para que creyendo en él seamos justificados. No hoy otra interpretación posible a este pasaje terminante. Léase en conexión con Gálatas 3:19, 24-25, Lucas 16:16 y Mateo 17:1-8. ¿Cómo le llama Pablo al ministerio de la ley?, “Ministerio de muerte”. “Ministerio de condenación”. ¿Qué había de pasar con este ministerio de muerte y condenación? Había de perecer (verso 11). Había de ser abolido (verso trece). ¿Qué había de ocupar el lugar de ésta ley? “El ministerio del espíritu” y “El ministerio de justicia”. El adventista que pretende eternizar los mandamientos de las dos tablas de piedra, ¿tiene en cuenta este pasaje? Evidentemente que no, porque aquí se afirma que aquello era temporal, que había de ser “abolido”.
Encontramos que los adventistas siguen predicando un “ministerio de muerte y condenación”. A ellos “hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lectura del Antiguo Testamento, el cual por Cristo es quitado” (2ª Cor. 3:14). La famosa alegoría de Pablo: “Abrahám tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre”. Uno nació según la carne y otro de la promesa. Pero estas dos mujeres representan dos pactos, el de la promesa, el hijo de la libre, y el de la servidumbre, el hijo de la esclava. La esclava Agar, simbolizaba la ley del Sinaí. “El pacto de obras, de muerte y condenación con su centro en los diez mandamientos, el que quedó cumplido en la obra expiatoria de Cristo por el cual abrió las puertas de la libertad” Tu no puedes ser hijo de Sara e hijo de Agar; no puedes ser Isaac e Ismael. Tiene que ser uno ú otro, pero uno solo. No puedes tener un pie en Sinaí y otro en el Calvario. ¿Qué eres? ¿Libre o esclavo?

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