Cuando un ministerio pretende ser más santo que Cristo, es decir, agradar a todo el mundo por medio de palabras adornadas, es el momento cuando deben reconocer su desviación. Cristo predicaba y sus opositores buscaban causa contra él (Marcos 14:1). Esto significa que Cristo no vino a la tierra a traer mensajes motivadores, halagadores, o abonar a los deseos de la gente, sino que vino a proclamar la salvación por medio del arrepentimiento genuino. A veces cuando nos hacemos eco de la palabra de Jesús esto puede resultar en que la gente se sientan aludidos y busquen la manera de querer hacernos mal (Marcos 12:12). Increíblemente, eran los religiosos los primeros que tenían esas intenciones. Los religiosos del tiempo de Cristo y de ahora tiene su milicia terrenal. Ellos habían creado una falsa religiosidad y una guardia para amedrentar. Hoy día sucede lo mismo. La falsa religiosidad tiende a chocar con la verdad de Cristo. Frente a este cuadro, ¿a quién queremos agradar? ¿A la corriente del mundo? Los intereses materialistas, carnales, adornados y vanos o hacer la voluntad de Dios. No he visto ejemplo en la Biblia de profetas y siervos de Dios débiles o dejándose arrastrar por las opiniones de la gente de eminencia. Sino pregonando el mensaje dado por Cristo. Que cada palabra que hablemos se rinda a los intereses de la verdad de Cristo y no a los intereses del que quiere oir solo cosas egoístas que no transforman vidas para salvación. Mat 15:8-9 Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres. Mar 7:8-9 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres, Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. 2Ts 2:11-12 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
1Ts 2:5-6 Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres Gál 1:10 Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
Jesús se enfrentó a ellos cara a cara. Los miró directamente a sus ojos y les dijo la verdad. Hoy día, existe diversidad de "ministerios" que en vez de pregonar la verdad, buscan suavizar el contenido de sus palabras. Buscan endulzar sus mensajes para que todo el mundo les brinde aplausos y reconocimientos. Jesucristo no era de esos. Cuando Jesús hablaba la verdad del Padre algunos se herían (Mateo 15:11-13). Sin embargo, Jesús no era un endeble hombre buscando halagar con palabras positivas. El no vino a acariciar oídos, vino a llamar arrepentimiento, a buscar frutos de verdad para Dios.
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