martes, 2 de noviembre de 2010
La sospechosa muerte de Juan Pablo I
En relación con la masonería es interesante repasar los acontecimientos que rodearon la misteriosa muerte de Juan Pablo 1. Para comprender las fuerzas que estaban en juego en el momento de su muerte, hay que retroceder hasta el siglo XIX, cuando la Iglesia pierde su poder terrenal sobre los Estados Pontificios durante la revolución nacional italiana. El resultado de este cambio es que, a partir de 1870, los papas se convirtieron en «prisioneros del Vaticano». Gracias a su papel en la entrega de Italia a Mussolini, el papa Pío Xl (1922-1939) recibió el equivalente a 80 millones de dólares y la restauración temporal del papado en el Estado de la Ciudad del Vaticano bajo los términos del tratado de Letrán, de 1929. Pío XI y sus sucesores explotarían este tratado para crear un banco Vaticano, más allá de todo control por parte de las autoridades civiles.
La doctrina totalitaria del Concilio Vaticano 1 estableció que cualquier desviación de las enseñanzas morales del Papa era un error. Durante su estancia
en el Vaticano, Juan XXIII luchó para poner en marcha el Concilio Vaticano II, a pesar de la fuerte oposición de los conservadores, que temían cualquier pérdida de su poder absoluto y como consecuencia, la pérdida de sus privilegios y riquezas terrenales que la Iglesia había amontonado. Al morir Pablo VI, se eligió al cardenal Albino Luccani como sucesor, considerado por el cónclave como un candidato de compromiso, fácilmente controlable por las facciones mas conservadoras.
Pero cuando el Cardenal Luccani fue elegido Papa con el nombre de Juan Pablo I, empezó a mostrar una inteligencia privilegiada y una determinación que había permanecido oculta por su carácter reservado. Desde el primer momento decidió revolucionar el papado y devolverte sus orígenes espirituales. En su coronación, rehusó ser llevado en el papamóvil y no quiso ponerse una tiara incrustada de piedras preciosa; tampoco aceptó seguir el guión de la Curia para sus audiencias y conferencias de prensa. El supremo organismo de control Vaticano quedaba así desafiado, pero no tardó en reaccionar censurando sus comentarios en el diario oficial del Vaticano, sobre todo cuando expresó su opinión favorable al uso de los anticonceptivos.
Sin embargo, su mayor «pecado» fue indagar en los negocios del banco del Vaticano (es decir, el Instituto para las Obras de Religión, IOR), que en 1969 entró en negociaciones de la mano de Pablo VI con Michele Sindona, un financiero siciliano. (foto izquierda)
El desmesurado ascenso de Sindona desde la pobreza hasta el control de un imperio internacional de banca, se debía parcialmente al apoyo de patrocinadores de la mafia y la logia P2 (Propaganda Due), una sociedad secreta masónica controlada por Lucio Gelli. Éste financió su imperio mediante el saqueo sistemático de una cadena de banco adquiridos por su socio, Roberto Calvi.(foto abajo) Con la ayuda de Gelli y Calvi, Sindona obtuvo el control de uno de los grupos financieros más antiguos y prestigiosos de Italia y Suiza, incluso otras instituciones financieras relacionadas con el Vaticano.
Pablo VI pidió consejo financiero a Sindona en 1968, cuando el Gobierno italiano revocó la exención tributaria que la Santa Sede disfrutaba sobre los ingresos recibidos de inversiones italianas. Ya que el Vaticano no quería hacer pública la cuantía de su cartera de valores, decidió suprimir muchas de sus inversiones domésticas. Sindona le ofreció una solución, sus patrocinadores de la familia Gambino limpiarían su dinero procedente del comercio de heroína por activos legales. Huelga decir que el Vaticano no iba a negociar directamente con la Mafia y se estableció una compañía tapadera cuya miSión era recibir el dinero de los Gambino.
Después de penetrar en este laberinto de corrupción, Juan Pablo 1, llamó a su despacho privado al jefe de la Curia, el Cardenal Villot, la tarde del 28 de septiembre. Quería discutir ciertos cambios que haría públicos al día siguiente. Iba a aceptar las dimisiones del jefe del banco del Vaticano, de varios miembros de la Curia implicados en las actividades de Sindona y del mismo Villot. Además, también iba a declarar su intención de celebrar una reunión el 24 de octubre con una delegación estadounidense para tratar el terna del control de la natalidad.
Cuando el papa Juan Pablo I se retirò a su habitación aquella noche del 28 de septiembre. decidido a tirar de la manta que cubría las negociaciones entre el Vaticano y la Mafia, no podía imaginar que no vería el nuevo amanecer.
A las 04:45 horas del 29 de septiembre, la hermana Vicenza encontró al Papa muerto. Según dice el investigador británico David Yallop, en su libro En nombre de Dios, la hermana Vicenza dio dos versiones ambiguas de cómo encontró al Papa. Según sus primeras y entrecortadas declaraciones a un grupo de sacerdotes franceses aquella misma mañana, le había encontrado sin vida en su cuarto de baño. Sin embargo, la otra versión (sin duda maquillada por Villot), habla de un hombre sentado en la cama con signos de agonía en el rostro cuando la hermana entró en su habitación. Yallop insiste en que esta discrepancia es muy importante: si se determinara que la monja lo encontró muerto en el cuarto de baño, aún con sus vestiduras papales, este hecho apuntaría a que falleció poco después de su «brindis» con el cardenal Villot aquella noche del 28 de septiembre.
David Yallop reconstruye las acciones del cardenal Villot(foto izquierda) y consigue una trayectoria muy sospechosa. Se dice que este cardenal informó de la muerte a las 05:00horas. Las gafas y zapatillas del Papa desparecieron misteriosamente y se especula que pudiera haber restos de vómitos, que en un hipotético análisis explicarían las causas de su muerte. Justo a las 05:00, Villot o un ayudante, llamó a los embalsamadores, que a esa misma hora estaban curiosamente preparados para el evento. Lo que ocurrió entre las 05:00 y las 06:00 sigue siendo un misterio, y a esa hora, el doctor Buzzonati (y no el profesor Fontana, jefe del Servicio Médico del Vaticano) llegó para confirmar la muerte, aunque sin emitir el correspondiente certificado de defunción. Según este facultativo, la causa del fallecimiento fue un infarto. Sobre las 06:30, Villot empezó a informar a los cardenales, una hora y media después de la llegada de los embalsamadores. Antes de las 6 de la tarde de ese día, los apartamentos del Papa ya se habían limpiado y cerrado; sus secretarios habían retirado su ropa, incluso sus cartas, apuntes, libros y recuerdos personales. En otras palabras, a las 6 de la tarde, las 19 habitaciones del papa Juan Pablo 1 no guardaban ningún recuerdo de su corto papado de 33 días. De nuevo el número masónico por excelencia y relacionado a su vez, con los Illuminati; además de un breve mandato que terminó el 29 de septiembre de 1978. Aquí hay otra contraseña de los Illuminati; el numero 29 se reduce a 11, y en la numero logia todos los números que cumplen esta condición se asimilan a él, es decir, 29, 38, 47, 56, 65, 74, 83 y 92. Siguiendo las órdenes de Villot, el Papa fue embalsamado esa misma tarde, un procedimiento no sólo irregular sino ilegal. Se dice que durante el proceso de embalsamamiento, no se permitió la extracción de órganos ni sangre. Yallop afirma que «una pequeña cantidad de sangre» habría sido suficiente para que un experto forense estableciera la presencia de cualquier sustancia venenosa. Según el Abad de Nantes, la sentencia de muerte cayó sobre Juan Pablo I el día que abrió los dosieres secretos de Pablo VI, y la forma en que murió tenía todos los visos de una ejecución masónica, planeada ese mismo día por Licio Geelli y Roberto Calvi
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